20/3/12

Dalia

a través de las calles grises de una ciudad europea cualquiera, entre borrachos, vagabundos y prostitutas, suenan los tacones rojos de la seductora Dalia, resuenan de muro a muro en la silenciosa callejuela. el suelo rezuma vaho y la estética es antigua, cine negro. la colilla rebota chispeante por los sucios suelos, boquilla carmín, Dalia elige la esquina apropiada y enciende otro cigarrillo con una sonrisa destructora. mira su reflejo y se acomoda el elegante vestido negro; el peinado se mantiene perfecto en un broche plateado; los labios conservan el tono apropiado, carnosos, rojos; el escote está en su sitio... esboza su sonrisa de satisfacción.
esta noche enseñará al mundo qué material conforma a las prostitutas, enseñará a todos los puteros que no son las perritas de nadie, a las putas que no deben conformarse y poner sus agujeros ni fingir placer o morbo ante cualquier jodido gordo asqueroso; pero lo más importante, se enseñará a sí misma que es capaz de hacerlo, tenía que serlo, podía serlo, y lo sería...
fuma y espera a su víctima...
aguarda con ella el cruce, silencioso.


no había tenido un buen día. tres despidos en su despacho para comenzar la jornada, una larga discusión con el resto de gerentes en la sala de reuniones y para terminar la negativa caprichosa de su tonta secretaria ante la reiterada propuesta de sexo extramarital le pusieron al volante de una borrachera acelerada con excitantes anfetamínicos baratos, destino el barrio más chungo de la ciudad para, por fin, relajar y olvidar. pensaba en lo jodidamente aburrida que era la puta de su mujer, en su acompañamiento estéril y rutinario; en lo traicionero de su trabajo como gerente de recursos humanos en aquella importante empresa de informática, en la mierda de despacho gris en la que se veía obligado a vivir cuando menos diez horas de cada día de su vida, en todos sus colegas traicioneros y bastardos, esos hijos de puta sonrientes que cualquier día lo venderían al jefe jefazo tan sólo por medio aumento en el salario o tres cuartos de felicitación de los de arriba; en la mierda de vida que había decidido soportar, en la mierda de vida que había decidido, que él había decidido, él, soportar.
tiró la colilla en el semáforo en rojo por la ventanilla, y vio a aquella mujer en tacones, aquel monumento a la espera de tasador y comprador, aquella preciosidad...
"allá vamos."

-hola preciosa.
-hola.- se acerca Dalia moviendo el culo, aposenta los brazos en la ventanilla, de esa manera cachonda en que las tetas quedan apretadas por los codos y parece que el escote va a reventar como una piñata de placeres adultos y terriblemente obscenos. el conductor suda y nota un pequeño despertar en los pantalones, apenas un primer bombardeo de sangre, ese que pone morcillona la polla.
-¿quieres dar una vuelta?
-depende...- los labios perfilados y carnosos parecen acariciar cada palabra, parecen colorear de rojo pasión el sonido; y el conductor ya la tiene más que dura.-¿a dónde me llevarías?
-a ti te llevo al infinito belleza, al cielo, con las estrellas, que es en realidad a donde perteneces...
-no lo creo.- y esboza su mejor sonrisa de suficiencia, más bien una mueca que susurra un "eres un mediocre y no vales una puta mierda hombre de oficinas".- serán 200, y seré yo la que te lleve al cielo bonito...
-de acuerdo.
-¿no me abres?
- ya te pago ¿no? ábrete tú...- "puta".
monta elegante la figura esbelta con contoneos estudiados, formas perfectas y belleza salvaje embutida en trajes de corrección artificial.

lo que él no sabe, ni llega a intuir lejanamente, es que para desahogarse tras la dura jornada laboral ha elegido a la prostituta equivocada, aquella que bajo la cortísima minifalda guarda un cuchillo afilado, ningún escrúpulo y mucho menos una sorpresa húmeda.
no sabe que cuando lleguen al aparcamiento vacío, picadero de puteros, y él le pida la mamada de rigor lo que va a recibir será una puñalada trapera que terminará de una vez por todas con sus oscuros deseos sexuales, satisfaciendo al mismo tiempo los de la bella Dalia.
no sabe que la puta cualquiera a la que acaba de subir a su coche es en realidad una puta cansada de decir que sí para luego llorar el dolor en soledad.
no sabe que esa noche morirá en un aparcamiento vacío víctima de una cuchillada sucia arrastrada desde los genitales hasta el cuello.

no sabe que esta noche la polla le será robada y almacenada como la primera de una larga lista de puteros hijos de puta.


Dalia cierra la puerta por fuera, enciende un cigarro y observa su figura, y la figura inerte del oficinista dentro del coche. no lo puede evitar, esa situación le humedece las bragas, siente el poder, su poder absoluto, casi místico. así que se masturba, mirando su reflejo en la ventanilla solapado al del oficinista muerto, largo y tendido.
Dalia enciende un cigarro y se despide de su yo anterior.
elige una nueva esquina...
y el cruce aguarda en silencio con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario