19/2/12

Reseña de ARCO

ARCO, gran plataforma del mercadeo de arte, se ha situado a lo largo de la semana pasada y como cada año en la gigante Feria de Madrid. Representantes de artistas y mecenas ya se encontraron durante los dos primeros días de la semana, vendida la carne, desaparece el carnicero. Si acaso choca el visitante con alguna etiqueta naranja de las que marcan el producto, evitará el contacto, pues el precio es siempre de infarto.

Inicia la aventura el visitante no iniciado con hambre conceptual, engulle todo con los ojos. Cada stand requiere meticulosa observación y una propia línea de pensamientos, y no dudará en otorgar el tiempo necesario a cada obra, para entenderlas y valorarlas todas y cada una como merecen. Sin embargo, el cansancio cerebral se hace notar a la hora de paseo, cuando sucede cierta sobrecarga neuronal debida a la inmensa cantidad de información devorada. Nuestro visitante, en este caso yo, comienza a pasar por alto con cierto dolor las primeras instalaciones, busca los estilos más llamativos para su gusto con mirada de soslayo a los representantes o guardabosques del arte ensimismados en sus libros o conversaciones. Empieza junto al agotamiento psíquico el derrotismo en el porte, el paseo decidido y enérgico deja paso a una lentitud agónica en el que cada detención supone más dolor en las rodillas y los pies. Y de veras que no entiendo cómo aguantan el precio a pagar por elegancia las personas en zapatos (por no hablar de tacones). El visitante no mira ya cada obra meticulosamente, apenas se detendrá ante aquellas que lo merezcan a su gusto. Cuando llegan las 17:00 ya no quiere más intelectualidad el visitante, sólo tirarse tumbarriba en la cama más cercana, que acabará siendo el suelo; y eso que apenas ha disfrutado, seguro, una enésima parte de la inmensidad cultural.

En cuanto a obras, la variedad es un factor a favor de la plataforma, abstracción igual que ácidos y directos mensajes, de todo. A mi gusto, de analfabeto plástico, las mejores obras son aquellas más exuberantes y coloridas, así como deformes, críticas o excepcionalmente originales y diferentes al resto. Destacaré entre todas aquellas que del océano difuso del recuerdo he podido rescatar (ni se os ocurra preguntar por el autor, él es un náufrago): una escultura roja de penes y dedos entretejidos en horrenda amalgama, cuya sombra proyectada a la pared enfrente y de manera mágica generaba dos caras; unos retratos en fotografía a modo de póster de cine, activistas antifascistas alemanas preciosas; coloridos lienzos de motivos celulares; una batería y un chelo fundidos en el suelo; bebés humanos amamantados por una cerda en su pocilga y una serie de imágenes ácidas con doblesentidos y crítica social; y esa fotografía subacuática en la que cuerpos flotan entre residuos típicos humanos; la mini-ciudad que gira proyectando sombras preciosas, King Kong; la selva... Y me dejo de manera impía una eternidad de maravillosas obras en mi burda descripción. Destacan siempre instalaciones en las que se mezclan artes diversos: música, luz y profundidad unidos en el objetivo que el artista deseara en su momento. Hay instalaciones realmente inspiradoras y bellas, igual que mediocres o indiferentes.

La gente en ARCO... Os lo podréis imaginar... Modernitos, pijos y guiris. Familias, ancianos y jóvenes. Y cómo no CocaCola tiene un stand gigante y regala la versión Light de su producto homónimo. Rara vez uno se cruza al Artista, ese gran desconocido, de vestuario extravagante y formas cuidadosas casi siempre. Se lo echa de menos entre la multitud, sobre todo ante los cuadros en apariencia vacíos de contenido; está claro, en el mercadeo del arte al artista no le interesa charlar a los pobres mortales no dotados de nivel social y cultural de su intención en la obra, una vez vendida la carne desaparece el carnicero, y da tanto por el culo... Será cuestión de gustos, pero para mí debe el Artista ser un bicho de las calles, habitante conocedor en los mundos del plebeyo, aquellos en los que la etiqueta no vale una mierda, en los que la vida es el juego constante y despreocupado; o por lo menos un punto intermedio, sólo justificado por la necesidad (no nos libraremos jamás de ese mal vicio que es comer ¿verdad?). ¿Y la crítica social? ¿Y la espiritualidad? ¿Y la búsqueda de la verdad?
Todo esto parece ser ya no le importa al Artista ni al Arte, si es que se puede agrupar prácticamente la gran proliferación de obras y géneros bajo esta etiqueta... Y será quizás que no le importa porque no nos importa a nosotros como Gente. Regalan periódicos "El País", y es curioso porque recuerdo haber leído algo que venía a hablar de esto de la falta de relatos (http://elpais.com/elpais/2012/02/08/opinion/1328710911_200160.html), que yo he querido extrapolar a la carencia de universales artísticos o puntos de inflexión en nuestra contemporaneidad, la gran mediocridad que vivimos los hijos de la "Post-Modernidad". ¿Dónde están las grandes obras de la primera década de nuestro siglo XXI?

Volviendo al tema y a modo de conclusión: no es ni quiere ser ARCO museo, sino feria de compra-venta de piezas artísticas, de la que el visitante mortal probablemente apenas consiga obtener satisfacción o belleza por sobrecarga de información.
Me quedo con la sensación de haber aprendido una valiosa lección (que ya intuía) sobre el Arte, y la esperanza de que algo quede en mi subconsciente de aquellas obras que en el momento me inspiraron, emocionaron o extasiaron, de las que ahora ni sombras de sueños recuerdo.

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